6. Con las manos en la masa









EL investigador Martin Carmona confiaba en Antonia López. Sabía trabajar en equipo, era puntual y lista. Examinaba los casos desde lejos, más pendiente de sus intuiciones que de las pruebas que aportaban los casos. En dos ocasiones habían tenido que trabajar juntos y en los dos casos las intuiciones de Antonia habían sido las correctas.
En el primer caso en el que colaboraron juntos había desaparecido un Sorolla del Museo de Belas Artes Dacoruña , El Boyero Castellano, un cuadro costumbrista valorado en 90o.000 euros, del que se hizo un sello de 40 centimos de peseta.



Todavía Martín no pertenecía a la policía científica y Antonia era prácticamente una novata. Todos los datos apuntaban a que el robo había sido cometido por unos mercenarios rumanos que habían destrozado cerraduras, cristales, desconectado cámaras y alarmas en plan salvaje. Algo extraño había en hacer tanto destrozo.
Pero aquella mirada entre el vigilante jurado y la conserje del museo había transmitido pitidos al sonar de la intuición de la mujer policía. Tras un par de desacuerdos con Martín, éste cedió en seguir a la conserje, y estuvieron tres días espiándola. El jefe de policía no les quiso dar más tiempo en seguir al personal del museo. Las pistas eran las siguientes: una barra de hierro con unas huellas todavía de nadie, una furgoneta con matrícula falsa que identificaron unos vecinos y un rumano detenido por ser el propietario del coche al que correspondía la matrícula. El jefe quería que siguiesen los rastros de la “familia” del rumano, no les quería dar más tiempo en seguir a la pareja del museo. Pero Antonia insistió tanto que les otorgaron 48 horas más. Al día siguiente el vigilante jurado entró en el portal donde vivía la conserje. Siguieron los movimientos de ésta, vieron como alquilaba un monovolumen para recoger a su guardia cómplice que traía en sus manos un bulto sospechoso. Fue en el puerto al intentar facturar el paquete cuando los policías les pidieron abrirlo y los pillaron con las manos en el Sorolla. El Boyero Castellano era la masa.
Martín recordaba todo esto mientras recogía el equipaje que contenía la pistola de espray del protector solar y unas vacaciones en Ibiza frustradas. Antonia le estaba esperando en el aeropuerto. Se saludaron con complicidad.
- ¿Tienes la cabeza para ponerte a currar o la tienes todavía en Ibiza? – Indagó Antonia
- La tengo aquí- dijo Martín señalándose la sien derecha con el dedo índice como apuntado hacia la mente.
- Y tú ¿Te has traído la cabeza de ajos?
- La tengo aquí- dijo la bollera cogiendose el bulto de su bolsillo con el mismo gesto obsceno que hacen los adolescentes tocandose el paquete para reafirmar su masculinidad.

4 comentarios:

Efter dijo...

Bollos, Bueyes... Falta la boya, esa la pongo yo con mi papada :) De lejos la mejor entrada hasta ahora, se está poniendo francamente interesante. Y con lo que me gusta el ajo...

Anónimo dijo...

La tal Antonia me pone brutota :D

Anónimo dijo...

Interesante... :O


^_^



Espero que Martín muera en el capítulo final :)

Anónimo dijo...

Me gusta, tiene un poco de todo: House, Bones, Medium, incluso Embrujadas! ;) Y por supuesto: CSI...
¡Ojo! Apenas he visto estas series, hablo un poco por hablar, pero en general me recuerda un poco de cada.
Pero sí, tienes buen estilo y creas expectación y ganas de seguir leyendo.
¡Enhorabuena! Y gracias por compartirlo con todos. :)

Y yo espero que Martín no muera en el capítulo final, si acaso que se haga gay (¿que viene a ser lo mismo, jijijii?), aunque sea un topicazo, pero por seguir en la misma línea ;)