Este es el primer relato que me publicaron, aunque transformado,;y creo que no existía futurama.
EL MALETÍN de colección de minerales lo habían vaciado y ahora servía para guardar el dinero de la fiesta del colegio. Lucía estaba atontada viendo al profesor de Ciencias Ambientales que abría la pequeña maleta de madera para meter los billetes. Esa misma mañana tuvo que soportar una aburrida clase y ese maletín, que al mediodía contenía distintos minerales, ahora era una caja registradora fundamental para la celebración. Terminó la fiesta y Lucía se quedó dormida con su hermano Nicolás; esa noche le costó conciliar el sueño. Pero soñó.
A las 3:00 a.m. Don Eugenio dejó suspendida la nave espacial en el aire justo a la altura del tercero, dónde ella vivía, y abrió una pasarela para acceder al balcón de principessa Lucía.
-En esta maleta llevo los problemas- decía principessa Lucía mientras trasladaba el pesado equipaje desde el balcón al interior de la nave. Don Eugenio salió a recibir a principessa Lucía haciendo una miniflexión con las rodillas y besando su mano, al estilo de “querida”. Principessa Lucía era princesa del Vaticano y le gustaba que la trataran como tal.
Lucía y su maleta ya habían embarcado.
-¿Dónde vamos señorita?-- A Cadaqués, de donde es Dalí, que allí puede estar mi hermano-
- Como usted quiera principessa Lucía- contestó amanerado.
- Pero déjeme pilotar a mí- pidió seductora la niña.
Lucía abrió los ojos y avisó a Nicolás. Si había soñado con Don Eugenio eso significaba que podían estar cerca de conocer más sobre él.-¿Bueno, que has soñado? -Indagó Nicolás.- Pues que venía a recogerme e íbamos a buscarte a Cadaqués.- Corre. Esta noche le podemos encontrar. La brújula; el telescopio; el mapa. Tendremos que encontrar cómo funciona el sitio ese: el Círculo de la Tortuga. La última vez no tuvimos ocasión de averiguar cómo actúa este Círculo y por eso aparecimos en casa de repente. Esta noche tendremos otra oportunidad para averiguarlo.
Detrás de unos árboles encontraron una entrada al Circulo de la Tortuga. Al poner los pies en el Círculo el suelo empezó a redondearse y el mundo sobre el que pisaban se volvió redondo, completamente liso y amaneció repentinamente. Ellos intentaban avanzar en la misma dirección.
- Esto es tan lento... Si supiéramos cómo funciona. ¿Por eso se llama Circulo de la Tortuga, porque no se puede adelantar ni un centímetro por muchos pasos que demos?- Planteó Lucía.
-Tenemos que pensar qué es lo que NO nos permite seguir. El caparazón de una tortuga es circular. Tengo la sensación de que huimos- Contestó Nicolás mirando hacia atrás.
- Yo en cambio siento una atracción enorme hacia adelante, parece irresistible-. Dijo Lucía poniéndose la mano a la altura de las cejas para que el sol no le molestara la rosada piel y el sensible azul con el que veía las cosas.
- Entonces detrás tenemos el miedo y delante el deseo. Si avanzásemos acabaríamos en este mismo punto. Nos volveríamos a encontrar con nosotros mismos. Al decir aquella frase el planeta esférico que pisaban se transformó en un mar que los absorbía de forma incoherente. Aparecieron en un pequeño río delante de una señal que indicaba la dirección de la casa de Don Eugenio. Subiendo una colina vieron que muchos destellos asomaban por encima de los árboles. Los destellos cesaron y los árboles se volvieron de los colores del parchís. Llegaron a la aldea y observaron que las ventanas de la casa no eran ventanas; eran pantallas de ordenador con el símbolo de Windows en todas ellas. Esperaban encontrar a Don Eugenio muy ocupado, en cambio les recibió con un regalo para cada uno. Juguetes para el agua. Una sirena y un submarino.- Cuéntenos un cuento, Don Eugenio. Por favor. –reclamó Nicolás.- No puedo contar los cuentos. Sólo los puedo escribir. Yo duermo durante el día, que es cuando los sueño; y por las noches los escribo. Si se los cuento a ustedes pierdo demasiado tiempo del que me hace falta para escribirlos. Me he despertado porque ha saltado la alarma del umbral del Círculo, y para estos casos sí me permito cinco minutos. Los cuentos se escriben, si no, son leyendas. Con el paso de los años perderían frescura. No os puedo contar un cuento pero sí mi secreto. De día los sueño, de noche los escribo.
Nicolás y Lucía se despidieron del escritor. Le engañaron, y se quedaron a esperar a que conciliara el sueño Don Eugenio, escondiéndose detrás de una de las muchas pantallas de ordenador que tenía en su casa. Dormía con un sombrero de paja italiana, pero aquello no escondía ningún misterio. Al llegar la noche se despertó, desayunó cereales y se sentó en la silla de su escritorio. Los hermanos vieron que se quitaba la chaqueta del pijama, aproximaba un papel a MAMÁ GOOGLE – su adorada esposa- y vieron como los cuentos eran simples copias que se imprimían desde los pechos de MAMÁ GOOGLE.