Saliendo de la carretera del puerto se oyó un fuerte chirriar de un frenazo del coche de policía. Las gaviotas se asustaron como pavos y salieron todas huyendo a gran velocidad. Casi tanta como con la que Antonia se bajó del coche y fue corriendo hacia las rocas.
- Mi cabeza de ajos- gritó a Paco mientras este intentaba recomponer su cara y su estómago.
Y es que la superstición de Antonia por las cabezas de ajos tiene lo suyo:
hace 5 años Antonia no paraba de hablar de los peligros de la fusión nuclear. Su amada Sandra la escuchaba día tras día con calma y ternura, que poco a poco se iba convirtiendo en cólera; pero la calma continuaba. Una tarde empezó a preocuparse cuando Antonia afirmaba haber visto la imagen de Drácula detrás del espejo. Ésta atemorizada el resto del día, buscaba detrás de las puertas, no quería entrar al baño sola, y empezó a buscar noticias de Drácula y vampiros en la red. Aquello acabó por confundirla del todo. Una noche se despertó sobresaltada al ver a Drácula mirándola fijamente desde la puerta del armario. Chilló y chillo hasta que Sandra salió del sueño REM. Con calma, la intentó convencer de que en la habitación no había nadie. Que todo era su imaginación, lo que había leído por Internet y por supuesto la facilidad para creer en cosas del más allá que le había transmitido su anterior novia.
Antonia se levantó corriendo hacia la cocina, quería llegar a un bote con unos ajos dibujados que tenían encima de la cocina y contenían cabezas de ajos para cocinar. Pero ella las quería para evitar el ataque del Señor Drácula, estaba convencida de ello. Quiso llegar a la cocina con tanta rapidez que dio un traspiés y calló de boca haciéndose un esguince en el pie. Cómo le dolía a la pobre, y encima temblando de miedo...la mujer policía.
Sandra la llevó a urgencias donde lo primero que hicieron fue inyectarle tranquilidad de diazepam, la mejor receta contra el miedo. Le pusieron una férula en el pie, una radiografía en la cabeza para ver esa rotura de nariz. Tienen que esperar un poco más, les comentó una enfermera que entre las tres se habían detectado como lesbianas. Al rato un escaner. Después un neurólogo les informó que Antonia tenía epilepsia del lóbulo temporal, que entre otros síntomas produce alucinaciones visuales. Y ya le contaron la historia de Drácula, aunque al médico le extrañó que la paciente recordarse las alucinaciones....
Después del chute de diazepam y la primera dosis de carbamazepina que tendría que tomar por el resto de su vida Antonia durmió como una "bendita", no sin antes pedirle a Sandra una cabeza de ajos y meterla debajo de la almohada.
Entre la carbamazepina todos los días y los ajos Antonia mantenía alejado de ella a Su Perseguidor. Una superstición era que el fármaco estaba haciendo su efecto. Sandra y Antonia comenzaron a ser mucho mejor pareja.
Antonia cogió su cabeza de ajos caída entre las rocas y volvió al coche
9 comentarios:
Interesante cuento!!
¿Los chutes de carbamazepina los venden en el Mercadona? Póngame medio kilo pero de los de ensalada.
Me gustaría que el amor entre los hombre fuera tan solidario. Buen relato
Muy divertido
¡Hola! Me gusta la frase de que "entre las tres se habían detectado como lesbianas":-) Menudo Gps...
Un saludo.
ES DIVERTIDO PERO INCOHERENTE. UN POCO CONFUNSO A VECES....A LO MEJOR SE PONE INTERESANTE...
ME PARECE QUE ERES UNA REPRIMIDA, QUE EN EL FONDO TE GUSTAN LAS TIAS, PERO NO TE ATREVES NI HA CONFESARTELO...MENUDO LATAZO, DE VERDAD!
me da penica que no termine de cuajar el relato. Muchos ajos, cadáveres y tal pèro falta que enganche. Lo digo con cariño, ups...
pero ánimo. no es un García Márquez... pero promete
Mmmm, me gusta la parte medicinal del relato. He aprendido hoy lo que es "carbamazepina".
Pobre chica, lo tiene tó...
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